¿Me preguntas como es Mazamitla?
Mazamitla es el canto del jilguero en la cañada, es sin duda el bosque con aromas a resinas y frescas flores entre sus encinos y sus pinos.
Pero déjame decirte que es la charanda que se extiende desde el bosque hasta confundirse con sus tejados saturados de roció cada mañana, es la de calles empedradas y paredes blancas con sus guardapolvos pintados de rojo charanda, es la que amanece con el canto de sus gallos rebusnidos y ladridos en concierto cada día.
Es la que satura su mercado muy temprano con olores de gorditas, aguamiel, y sus corundas si faltar sus tamales y camote enmielado y la verdura fresca que se ofrecen al marchante sin faltar él buenos días le dé Dios amigo mío.
Es la del paseo a caballo a Las Peñitas, El Salto o el Jardín Encantado por caminos cubiertos de sus pinos cuyo rumor saluda a cada paso, es enjuagarse el pie descalzo en cada arroyo y descansar en cada sombra del camino.
Es el día de Campo como aquellos de los niños de Don Rober el Padre Cuellar o los seminaristas con el Padre Chayo y también la de mi pinta de la escuela cuidando nidos, recorriendo arroyos o buscando frutos maduros con mis amigos de la infancia.
Es la de juegos de sus niños en el Jardín Principal igual que lo hicieron sus padres y abuelos cuyas sombras de gabán y sombrero alto aún deambulan en los portales a las once y a las cinco. Es el jardín de Parres Arias, Luis Barragán o Rafael Urzua, pero también es la del niño que se cubre de palomas en el atrio de la iglesia cuando les regala su comida ante el beneplácito del Sr. Cura Santana.
Es la de los enamorados que ansiosos por la tarde ven llegar la niebla que aleja el crepúsculo entre el tejado. Es el torito y el castillo de la fiesta de San Cristóbal o nuestra madre Guadalupe que nos obliga a correr entre pilares, puestos o el jardín, es la del jolgorio de las fiestas de toros sus recibimientos y sus bandas que nos hacen bailar de madrugada más de una semana.
Es la que me encarcela tras las rejas de la nostalgia por volver cada semana con mis parientes y mis amigos, la que invita a disfrutar de mis hijos frente al fuego de la chimenea especulando el futuro, es la de días de 36 horas que se viven sin prisas, angustias o sin sabores.
Así es Mazamitla, mi Mazamitla... Por Lae. Eduardo Blancarte Arias.